Los
olmecas usaban plata y oro para
engastar piedras preciosas, sobre todo el jade, que trabajaban con delicadeza
pese a la dureza de la piedra. El jade se colocaba en la boca de los difuntos
a fin de que tomase el lugar del corazón. Podéis leerlo en EL ENIGMA DE LOS
OLMECAS Y LAS CALAVERAS DE CRISTAL, de David Hatcher.
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